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Fecha publicación: 04/03/2019


Trabajará en el límite entre las definiciones de vivienda y la casa, entre la vivienda y la morada, entre la tipología arquitectónica –hoy en disolución- y la partícula elemental del dominio social, donde tienen lugar los cambios más significativos y, a la vez, los más difíciles de diseccionar. Estudiar las modificaciones provocadas en la relación entre arquitectura y vida cotidiana, nos llevará a entender cómo la casa asume cada vez mayores matices de complejidad mientras que la envolvente arquitectónica, la vivienda, permanece impasible. Este amplio diafragma será nuestro campo de trabajo, lugar en el que ya discutieron en el siglo pasado pensadores como Bachelard y su concepción fenomenológica, Heidegger y su entendimiento vital de construir, frente a la visión críticomaterialista
de Lefebvre.

La vivienda se ha convertido en el lugar de la costumbre, de la vida diaria, de la cotidianeidad, pero en el peor sentido de la palabra costumbre. Hacemos viviendas pero no pensamos especialmente en su significante trascendencia. Por ello incidiremos en el “vivir del ser” porque nos hemos acostumbrado a reproducir los sistemas del “vivir del estar”. Investigar no es otra cosa que realizar actividades intelectuales y experimentales de modo sistemático con el propósito de aumentar los conocimientos en una determinada materia. Pensar la casa nos permite acercarnos a la sociedad como objeto de estudio y producir
resultados que son nuevas formas de conocimiento de esta.

Asuntos como la flexibilidad, la accesibilidad, la optimización espacial, la relación con lo colectivo, etc. reaparecen continuamente en el improductivo bucle de concursos, publicaciones o programas docentes relativos a la vivienda. Podríamos asumir que, en la mayoría de las ocasiones y normalmente por principios de
economía, el estudio de la vivienda tenga que surgir alrededor de estos invariantes. Podríamos asumir también que los resultados, las propuestas que se proyectan, que se construyen, que se publican, que se enseñan, sean recurrentes o con mínimas modificaciones, como si en todo un siglo no se hubiera avanzado más de lo que se hizo en sus tres primeras décadas.